lunes, 19 de enero de 2015

034 PORTUGAL (EUROPA)

Al terminar nuestra celebración eucarística de la Ascensión del Señor al cielo, nuestro pensamiento se eleva hacia la Virgen María como si estuviéramos a punto de volver juntos al Cenáculo. Es la devoción tradicional del Avemaría, en su forma pascual Regina coeli.
A ella, desde los tiempos más remotos, le fueron confiados los hijos e hijas de la diócesis de Funchal, como lo atestigua vuestra catedral de Nuestra Señora de la Asunción, asegurando vuestros tesoros más preciosos: la fe y la comunidad cristiana en las que habéis hallado las fuentes de la salvación. Lo atestiguan los nichos y las capillas en los cruces de caminos... Pero es particularmente la Virgen del Monte la que allí; desde la altura, vigila y acoge el corazón de los habitantes de Madeira. ¡Los hombres tienen necesidad de María! En ella encontramos de hecho, el acceso al Corazón de su Hijo, único lugar en el que nuestra inquietud podrá encontrar paz; en el que nuestros dolores encontrarán consuelo, y en el que nuestros propósitos de vida coherente con los valores evangélicos, encontrarán vigor y constancia.
¡Orad con fervor a María Santísima! Sentidla a vuestro lado y consagraros a ella, renovándole a lo largo del día vuestra confianza y ternura, para que os acompañe en los quehaceres diarios. Que su recuerdo esté vivo en las familias, especialmente en la oración diaria del rosario. Es una cita diaria a la que ella y yo no faltamos: si queréis estar juntos en el corazón del Papa durante algunos momentos, os propongo la hora del rosario, en la que os recuerdo a todos vosotros ante la Virgen; desearía que también vosotros me recordarais ante ella de la misma manera. DEL ANGELUS DEL PAPA SAN JUAN PABLO II EN SU VIAJE A PORTUGAL EN MAYO DE 1991.

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